Óscar de la Hoya y Floyd Mayweather se fajan esta noche en el MGM Grand Arena
Rafael Ramos Villagrana
Enviado especial
05 de mayo de 2007
LAS VEGAS, Nevada.— Hora cero. Día D. Cita final. El día del juicio. Esta batalla que "El Mundo Espera", resiste cualquier bautizo caprichoso.
Porque el mañana se define hoy. No es sólo el de los contendientes, sino el del boxeo mismo como espectáculo.
El riesgo del colapso será el tercer huésped esta noche en el ring.
"Si gana Floyd Mayweather pierde el boxeo, no sólo pierde Óscar de la Hoya", ha advertido el mismo ex "Golden Boy", hoy el niño de oro de Golden Boy Promotions.
José Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), coincide con él. "Lo que ha provocado Óscar de la Hoya para este combate lo convierte en el boxeador más carismático de los últimos tiempos. ¿Después de él? No tengo respuesta".
Va más allá del ostentoso fajín verde de Superwelter que ha puesto en el tendedero el CMB, como anzuelo deportivo con un trámite de 12 asaltos en el albergue majestuoso del MGM Grand Arena.
El boxeo como deporte seguirá intacto, pero el boxeo como espectáculo sería puesto en estado de coma.
Y de realidad, como un escape, como un alivio, ha pasado a metáfora.
666…
En los promocionales se ha dibujado la lucha del bien contra el mal, del paladín del boxeo, contra las oscuras intenciones del "villano" Floyd Mayweather.
Pero rebasa la anécdota, rebasa la ficción de la mercadotecnia.
El "redentor" De la Hoya contra el "anticristo" del boxeo Floyd Mayweather.
"‘El Mundo Espera’ que gane De la Hoya para que sobreviva el boxeo", sentencia Sulaimán.
¿Apocalipsis o resurrección? Aunque después de cada Apocalipsis siempre germina esperanza de una resurrección.
Un combate boxístico que ha dejado casi 200 millones de dólares como derrama económica entre patrocinadores, pago por evento, taquilla, que tan sólo en la ceremonia de pesaje metió ayer ocho mil fanáticos y que permite que se coticen los boletos en 25 mil dólares en la internet.
"Sé que nadie puede provocar un fenómeno como éste, sé que es mi presencia y el trabajo de Golden Boy Promotions. Por eso asumo la responsabilidad de ganar mañana [hoy]", ha dicho De la Hoya.
A los motivos extra deportivos, el boxeador del Este de Los Ángeles añade otros de igual orden, pero distinto perfil:
"Mis peleas he querido hacerlas siempre en una fecha histórica de México, alrededor del 16 de septiembre o del 5 de mayo. Es un tributo a mis padres mexicanos, a mi sangre mexicana, es un orgullo para mí; aunque soy estadounidense y siempre lo seré, la sangre es mexicana, siempre será mexicana".
Más allá del marco dramático sobre el futuro del boxeo, queda claro que el trámite será complicado.
Será un combate que deberá irse a los 12 asaltos, que necesitará de la ruta larga, a menos que De la Hoya encuentre el atajo con un par de martillazos a la humanidad sólida de Floyd Mayweather.
Uno necesita castigar con potencia para ganar. El otro necesita castigar con guante blanco para ganar en las tarjetas de los jueces.
¿El nocaut? Parecería que es uno de los miles de ansiosos que no consiguieron salvoconducto para meterse al pecaminoso ombligo de Las Vegas.
La ceremonia de pesaje ayer fue una anunciación de la revelación de hoy.
Ocho mil personas en la tribuna. Abucheos consistentes cuando Floyd Mayweather asomó la cabeza detrás del cortinaje, mientras el rítmico y sísmico "Ós-car, Ós-car" saludaba a De la Hoya aun antes de aparecer en la escalerilla rumbo a las balanzas.
Tras un cadencioso striptease, como un experimentado Chippendale del Hotel Río de Las Vegas, Floyd Mayweather se trepó a la inquisidora de los boxeadores. La báscula se detuvo en 150 libras.
De la Hoya hizo rechinar el fiel de la balanza en las 154 libras.
Cuatro libras de diferencia. La brecha entre el cloroformo y la fiesta.
Durante el pesaje, Mayweather no dejó de molestar al equipo de su adversario. Y lo hacía con evidente diversión: se acercó a azuzar a Bernard Hopkins, Tito Trinidad y Shane Mosley. Les hacía gestos como para firmarles que eran unos lambiscones con su jefe De la Hoya. Hopkins amenazó con recetarle un "tatequieto" (golpe), mientras Mosley se carcajeaba de él y Trinidad lo miraba de arriba abajo, como a un mocoso malcriado.
Mientras Óscar desataba chillidos de las damas al desnudarse, Floyd bailaba por el escenario, besaba sus cinturones, saludaba a su parcialidad y trataba de opacar el pesaje de su contendiente.
Siete minutos de circo, para horas de maroma y teatro de espera de los seguidores.
De la Hoya recibió el apoyo de sus solidarios. "Eres grande, eres mejor que él, eres inteligente, lo vas a noquear", declaraba eufórico Félix "Tito" Trinidad.
El panameño histórico, Roberto "Mano de Piedra" Durán, le dictó una receta letal y simplona a De la Hoya: "Un volado de derecha y un gancho al hígado y lo acabas".
Un total de 17,700 personas en la Arena, más de un millón de hogares y negocios alquilando balcones a través del pago por evento, 10 hoteles de Las Vegas atiborrando sus circuitos cerrados, "una cifra récord de venta de transmisión a hogares en México", una multitud de celebridades, 1,150 periodistas acreditados, sólo unos 675 con credencial autorizada para la Arena, son cifras que revelan este fenómeno: Óscar de la Hoya, convertido en el rey histórico de recaudaciones en peleas de boxeo, por encima incluso de Mike Tyson.
India, Arabia, Alemania, España, Uruguay, Argentina, Suiza, Japón, China, Corea, México y decenas de medios de EU han dedicado horas, exclamaciones, comas, puntos, alaridos en relatos desde la sala de prensa, como si fuera algo que en el momento sólo parece ser… el Apocalipsis o la resurrección.
sábado, mayo 05, 2007
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