lunes, enero 04, 2010
El último gran amor de Sandro: su esposa María Olga Garaventa
lunes, 4 de enero de 2010
Actualizado hace 2 horas (08:47 p.m. )
Inter News Service
Buenos Aires.- El último gran amor de Sandro fue su esposa, María Olga Garaventa, con quien comenzó una relación hace cinco años.
El artista recordó en una oportunidad que su amor por la mujer que lo acompañó sus últimos días fue un "flechazo" que le llegó a los 59 años.
“Fue un amor de esos que vienen sin aviso. Olga trabajaba con mi representante, Aldo Aresi. Yo llamaba por teléfono a la oficina, ella me atendía y me pasaba con Aldo. Estuvo 13 años ahí y yo la miraba sin verla. Pero una tarde la vi. Fue un beso en la mejilla, despidiéndome porque me iba de gira. Ese beso y se iluminó todo. Yo viajaba y no podía ni hablar".
Sandro recordaba sobre esos días y se decía "¿qué es esto?, ¿estoy loco?, estoy cerca de los 60 y una familia formada. Yo iba en el auto y no podía pensar, estaba confundido. Entonces abro el teléfono móvil, la llamo y le digo: 'tengo un beso encadenado entre mis labios y la llave de de ese beso está en tu boca. Ella pensó 'se equivocó, se lo habrá querido decir a otra mujer…'. Al rato vuelvo a llamar y le digo: 'Eso que dije ¡es para vos!'".
"Pasaron los días, unas llamadas telefónicas, hasta que, bueno, pasó lo que pasó", confesó en una exclusiva nota (2007) con el periodista Rodolfo Brasceli para la revista del periódico La Nación.
Sobre su casamiento rememoró que “fue una fiesta como corresponde, con vals y con la novia que repartió ligas y cortamos una torta decorada con rosas naturales y brindamos. Yo estaba felicísimo”.
Sandro tuvo a lo largo de su gran trayectoria a un público muy especial, perseverante, lleno de pasión.
Esas mujeres que lo siguieron idolatrando hasta su madurez, mujeres mayores de 50 años que lo adoraban como en sus adolescencias y que lo seguían incondicionalmente llenando los teatros en sus giras por toda Argentina.
Fueron esas mujeres, a las que llamó “mis nenas”, las que todos los 19 de agosto de frío intenso en las zonas aledañas a Buenos Aires, se ubicaban frente a la puerta de su casa, cortando el tránsito, hasta que el Gitano salía para saludarlas mientras ellas le cantaban el cumpleaños.
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