ABEL GILBERT
BUENOS AIRES
«Hoy es nuestro último día», dijo Michelle Bachelet cuando abandonó el Palacio de la Moneda con una sonrisa a medias. «Me voy triste por el dolor de nuestra gente, pero con la frente en alto, satisfecha por lo que hemos logrado», agregó antes de subir al automóvil. Sus últimos minutos como presidenta de Chile se consumieron en el viaje de Santiago a la ciudad portuaria de Valparaíso, el escenario del traspaso de mando.
Allí, frente a un mar esta vez enrarecido, se celebra cada cuatro años un ritual que convierte a quien fuera la figura más importante del país en un ciudadano más. Bachelet cedió sus atributos de jefa de Estado y se despidió en medio de ovaciones. En las escaleras, otra vez alguien coreó su nombre y la consigna de que vuelva en el 2014. «No te olvidamos; esperaremos a 2014», gritaron algunos simpatizantes. «No hagamos política de ficción», respondió ella.
Bachelet salió del Gobierno con una popularidad del 84%. «El problema es que el mejor candidato de La Concertación no podía ser candidato», aseguró a France Presse Loretta Velasquez, grafista de 38 años.
EMOCIONES / Su alta aprobación está teñida de las emociones que atraviesan a la sociedad tras la catástrofe. Michelle, como le dicen, trabajó incansablemente en las horas de dolor, recorrió las zonas devastadas, lloró junto a los familiares de las víctimas. Las críticas que recibió por demorarse en enviar a los militares a las regiones destruidas no le hicieron mella. Y si bien nadie discute ese vínculo afectivo, los analistas creen que la historia reservará a su presidencia un balance con claroscuros.
Bachelet fue la primera mujer que llegó por el voto a la presidencia en América del sur. Durante su gestión impulsó una ambiciosa agenda con políticas de igualdad, expandió los programas sociales de las otras administraciones de la Concertación y promovió una reforma provisional que benefició a los sectores populares. «Tengo el orgullo de haber encabezado un gobierno que ha marcado cambios importantes en justicia social», destacó. Bachelet superó los durísimos efectos de la crisis financiera mundial del 2008 sin recurrir a tentaciones populistas.
Pero no es un dato menor que Bachelet, hija de un general asesinado por la dictadura, torturada y exiliada, madre soltera y atea, termine involucrada en una situación cargada de fuerte simbolismo: la entrega del poder a la derecha. Para el politólogo Carlos Huneeus, ella tuvo «una gran responsabilidad» en la derrota electoral de la Concertación Democrática (socialistas y demócrata cristianos) que gobernó 20 años. No fomentó herederos ni frenó la crisis de esos partidos.
ESCASO CONTENIDO POLÍTICO / Según Huneeus, su liderazgo «tuvo un escaso contenido político». Y eso se tradujo en que ella «esquivó tomar decisiones sobre temas controvertidos», como la revuelta estudiantil del 2006, los graves problemas del transporte urbano y el conflicto mapuche. Daniel Mansuy Huerta, columnista de La Tercera, opina que la carismática Bachelet «decidió parecerse más a Don Francisco [un popular presentador televisivo] que a un político». Eso explica que no haya siquiera intentado «cumplir algunas de sus promesas emblemáticas, como las reformas laborales».
Sabe que vienen tiempos de reflexión y anonimato.De ponderaciones y condenas. Se sabe también que intentará volver a escena. Y, aunque no le gusta la «política de ficción», anticipó: «Yo no me jubilo».
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