martes, mayo 06, 2008

El contraste cultural en China

El contraste cultural en China, anécdotas de una viajera recurrente

Por Celeste Rodas de Juárez para MSN Latino / Publicado en mayo del 2008


Soy una viajera recurrente a China. Entre las costumbres que más me sorprenden cuando la visito está lo común que es allí el que los habitantes aclaren sonoramente sus gargantas y después lancen libremente su producto en público. La primera vez que vi a alguien hacer eso, en pleno restaurante, no pude contener mi latinidad y exclamé a voz en cuello: ¡Ay Dios mío! Por supuesto que nadie en el restaurante hablaba mandarín, y el chinito que había arrancado mi expresión me volteó a ver con la misma incredulidad con la que yo lo veía a él.

Cuando les cuento esta anécdota a algunos amigos me juran que jamás irán a China. Pero precisamente en esas diferencias culturales es que estriba uno de los máximos encantos de viajar allá. ¡La de acumular sorprendentes anécdotas! Por ejemplo, resulta fascinante ver en acción a algunos de sus mil trescientos millones de habitantes. Entrar a un tren y descubrir esa voluminosa masa humana en plena efervescencia nos convierte en testigos de unos minutos en la vida en el país más poblado del mundo.

Una caminata por Beijing, por Guangdong o por Shanghai nos sorprende con sus millones de bicicletas, scooters, motocicletas… Y porque arriba de ellas lo mismo podemos ver a una mujer con elegantes tacones y falda, que a una madre con su recién nacido (sin casco protector ninguno de los dos) que a un octogenario anciano filtrándose entre las populosas calles. Se podría escribir un libro sobre la cultura de las dos ruedas, y sobrarían curiosas fotografías capaces de sorprendernos, hacernos reír… Y también preocuparnos.

Los baños son tema aparte. En Beijing al menos aparecen rotulados en inglés, pero en el interior del país no siempre es así. Allí, los ideogramas chinos pueden causar estragos entre los extranjeros. Dos veces ya he entrado a baños de hombres.. Y mi esposo salió despepitado ante el grito frenético que arrancó en un baño de mujeres. No hay que olvidar que algunas de las féminas más recatadas del mundo están en esta parte del mundo.

Ya adentro, el baño es otra sorpresa: en la mayoría de partes no se cuenta con inodoros occidentales sino lo que se llama “Squads” o de “cuadrilla”, receptáculos rectangulares pegados al piso. Sip, ¡hasta las mujeres tenemos que practicar allí nuestro balance y puntería!

Para alguien como yo amante de la teoría del la Gestalt y el poder de las sonrisas, resulta llamativo el hecho que, en China, casi nadie sonría. Pero ojo, que tampoco es que anden enfadados con la vida. No sonríen pero ¡tampoco se enojan! A pesar del caos del tráfico, las interminables hileras de gente caminando por todas partes y a los muchísimos amantes de escurrirse en las colas quitándole el lugar a los más pacientes, nadie pierde el temple. Quizás por eso las arrugas también son escasas.

Eso sí: cuando alguien por fin sonríe… Hay que tener mucho cuidado con lo que uno dice a continuación. Una vez, en un salón de belleza en la ciudad de Foshan (a tres horas por tren de Hong Kong), me encontré a una chica que rompió la timidez para decirme: “Beautiful Eyes”. Sí, le gustaron mis ojos (aunque en el mundo “occidental” son como los de todo el mundo, allá resultan atractivos). Feliz con el halago me puse a mostrarle las fotos del catálogo con los servicios del salón… Cuando le mostré los diferentes depilados, volvió a sonreír y me mostró unas cejas finas y respingadas me dijo:

- “This… OK for you”

Y reímos de nuevo. La próxima página era de unos curiosos tatuajes que le dan color a la aureola del busto. Solté una carcajada pues era algo que nunca había visto. Me pareció por demás curioso que hubiera un tinte para esa parte de la anatomía. Pensando que a ella también le causaría gracia, se lo enseñé en el catálogo. ¡Y en ese instante perdí a mi nueva amiga!

- “¡No No!” Me dijo sonrojada. Giró su rostro rápidamente al lado opuesto a donde yo estaba y se cambió de lugar.

Si, en China, nada de chistes en doble sentido, y ni siquiera remotamente hablar de nada íntimo o demasiado personal. La lección fue rápida y clara.

Otras cosas me tomó más tiempo poder discernirlas. Como por ejemplo, que a los chinos les cuesta decir “no sé”. Varias veces me perdí en alguna calle pidiendo direcciones. “Yes, yes”, me decía algún transeúnte al que le mostraba con mis manos alguna dirección. “Yes, yes”, me volvía a repetir el otro. “Yes, yes”, me decía la camarera en restaurante cuando le pedía algo y jamás me lo llevaba. Por fin leí en un diario local que los chinos prefieren sonreír y decir “yes”, antes que aceptar que no saben algo. ¡Ahora me pongo a temblar cada vez que me contestan con un “yes, yes”.

A cambio de estas anécdotas y confusiones, China ofrece destinos turísticos espectaculares: Los Hilamaya, El Tibet, Beijing y su Palacio de Verano… ¡La muralla China! ¡Y los Guerreros de Terracota en Xian! Y a estos destinos turísticos maravillosos se agrega la oportunidad de relajarse con sus decenas de masajes: “Foot masaje, neck masaje, head masaje… ¡Y comprar a precios irrisibles! Pero además de todas estas razones, sigo regresando a China fascinada por la complejidad de su cultura. Me parece intrigante descubrir y tratar de comprenderla. Si, hay muchas cosas que me sorprenden en cuanto a ella, pero no quiero pensar que esas diferencias nos separan, sino más bien nos ensanchan. Estoy convencida que al viajar a China o a cualquier parte del mundo, la visión cultural de uno se aguza, nuestro corazón se ensancha y nuestra mente llega a comprender que, diferencias culturales o no, todos somos esencialmente iguales.

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